Autor: Severiano (Page 23 of 51)

Elton John – Goodbye Yellow Brick Road

Com infinitos filmes pra assistir e/ou escolher, caio num Lars Von Trier, sem querer, porque ele trabalha temas muito fortes, por sorte era do começo da carreira, e faz parte de uma trilogia chamada “golden heart”, que numa tradução rasgada e rápida, seria a trilogia da bondade, ou seja é um Von Trier pra crianças, mas mesmo assim, pra maiores de 18… Em português se chama Ondas do Destino, e me deixou curioso para ver os outros dois filmes da trilogia. De qualquer maneira, uma coisa me deixou satisfeito, lá pela metade do filme, eu pensei: “-Porra, isso tá ficando meio pesado, tá parecendo aqueles filmes do Trier…”, e era… Foi como reconhecer um vinho pela região…

Goodbye Yellow Brick Road é uma das músicas da trilha sonora. =)

 

Eduardo Galeano, sempre…

Caras y caretas.

       Por Eduardo Galeano.

“¿Cristóbal Colón descubrió América en 1492? ¿O antes que él la descubrieron los vikingos? ¿Y antes que los vikingos? Los que allí vivían, ¿no existían?
Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos. Los que allí vivían, ¿eran ciegos?
¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maíz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montañas y a los ríos de América? ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro? Los que allí vivían, ¿eran mudos?
Nos han dicho, y nos siguen diciendo, que los peregrinos del Mayflower fueron a poblar América. ¿América estaba vacía?
Como Colón no entendía lo que decían, creyó que no sabían hablar.
Como andaban desnudos, eran mansos y daban todo a cambio de nada, creyó que no eran gentes de razón.
Y como estaba seguro de haber entrado al Oriente por la puerta de atrás, creyó que eran indios de la India.
Después, durante su segundo viaje, el almirante dictó un acta estableciendo que Cuba era parte del Asia.
El documento del 14 de junio de 1494 dejó constancia de que los tripulantes de sus tres naves lo reconocían así; y a quien dijera lo contrario se le darían cien azotes, se le cobraría una pena de diez mil maravedíes y se le cortaría la lengua.
El notario, Hernán Pérez de Luna, dio fe.
Y al pie firmaron los marinos que sabían firmar.
Los conquistadores exigían que América fuera lo que no era. No veían lo que veían, sino lo que querían ver: la fuente de la juventud, la ciudad del oro, el reino de las esmeraldas, el país de la canela. Y retrataron a los americanos tal como antes habían imaginado a los paganos de Oriente.
Cristóbal Colón vio en las costas de Cuba sirenas con caras de hombre y plumas de gallo, y supo que no lejos de allí los hombres y las mujeres tenían rabos.
En la Guayana, según sir Walter Raleigh, había gente con los ojos en los hombros y la boca en el pecho.
En Venezuela, según fray Pedro Simón, había indios de orejas tan grandes que las arrastraban por los suelos.
En el río Amazonas, según Cristóbal de Acuña, los nativos tenían los pies al revés, con los talones adelante y los dedos atrás, y según Pedro Martín de Anglería las mujeres se mutilaban un seno para el mejor disparo de sus flechas.
Anglería, que escribió la primera historia de América pero nunca estuvo allí, afirmó también que en el Nuevo Mundo había gente con rabos, como había contado Colón, y sus rabos eran tan largos que sólo podían sentarse en asientos con agujeros.
El Código Negro prohibía la tortura de los esclavos en las colonias francesas. Pero no era por torturar, sino por educar, que los amos azotaban a sus negros y cuando huían les cortaban los tendones.
Eran conmovedoras las leyes de Indias, que protegían a los indios en las colonias españolas. Pero más conmovedoras eran la picota y la horca clavadas en el centro de cada Plaza Mayor.
Muy convincente resultaba la lectura del Requerimiento, que en vísperas del asalto a cada aldea explicaba a los indios que Dios había venido al mundo y que había dejado en su lugar a San Pedro y que San Pedro tenía por sucesor al Santo Padre y que el Santo Padre había hecho merced a la reina de Castilla de toda esta tierra y que por eso debían irse de aquí o pagar tributo en oro y que en caso de negativa o demora se les haría la guerra y ellos serían convertidos en esclavos y también sus mujeres y sus hijos. Pero este Requerimiento de obediencia se leía en el monte, en plena noche, en lengua castellana y sin intérprete, en presencia del notario y de ningún indio, porque los indios dormían, a algunas leguas de distancia, y no tenían la menor idea de lo que se les venía encima.
Hasta no hace mucho, el 12 de octubre era el Día de la Raza.
Pero, ¿acaso existe semejante cosa? ¿Qué es la raza, además de una mentira útil para exprimir y exterminar al prójimo?
En el año 1942, cuando Estados Unidos entró en la guerra mundial, la Cruz Roja de ese país decidió que la sangre negra no sería admitida en sus bancos de plasma. Así se evitaba que la mezcla de razas, prohibida en la cama, se hiciera por inyección.
¿Alguien ha visto, alguna vez, sangre negra?
Después, el Día de la Raza pasó a ser el Día del Encuentro.
¿Son encuentros las invasiones coloniales? ¿Las de ayer, y las de hoy, encuentros? ¿No habría que llamarlas, más bien, violaciones?
Quizás el episodio más revelador de la historia de América ocurrió en el año 1563, en Chile. El fortín de Arauco estaba sitiado por los indios, sin agua ni comida, pero el capitán Lorenzo Bernal se negó a rendirse. Desde la empalizada, gritó:
—¡Nosotros seremos cada vez más!
—¿Con qué mujeres? –preguntó el jefe indio.
—Con las vuestras. Nosotros les haremos hijos que serán vuestros amos.
Los invasores llamaron caníbales a los antiguos americanos, pero más caníbal era el Cerro Rico de Potosí, cuyas bocas comían carne de indios para alimentar el desarrollo capitalista de Europa.
Y los llamaron idólatras, porque creían que la naturaleza es sagrada y que somos hermanos de todo lo que tiene piernas, patas, alas o raíces.
Y los llamaron salvajes. En eso, al menos, no se equivocaron. Tan brutos eran los indios que ignoraban que debían exigir visa, certificado de buena conducta y permiso de trabajo a Colón, Cabral, Cortés, Alvarado, Pizarro y los peregrinos del Mayflower.”

Feliz día de la raza.

Eduardo Galeano e o

Eduardo Galeano e o “Día de la Hispanidad”.

 

Deve ser por isso que eu gosto… De andar nu, adorar o sol, a lua, a terra e a chuva. E não sentir culpa… O “não sentir culpa”, eu achava que era sociopatia, mas é bem melhor dizer que tem a ver com minhas raízes indígenas mesmo… =D kkkkkkk

Ahhh o Samba…

Por aqui pela Espanha, uma das melhores pessoas que conheci, e com mais juízo (por mais que isso seja um contrassenso), sempre me reprova por dizer que:

“Se você vai ao Brasil, que é uma viagem cara, vá no carnaval!”

Claro, é um brasileiro, e sempre é uma briga, meu argumento é que praias, você verá em todo país com litoral que você for, bonitas, feias, as haverá de todas as formas, construções idem, mas se cada país no mundo fosse colaborar com uma coisa única, que só existe ali, e é sui generis, a decisão sendo minha, o Brasil colaboraria com o carnaval. Aquilo só existe ali, na minha opinião claro, você pode até não gostar, dependendo de sua personalidade, e preferências. Mas mesmo não gostando, saberá que aquilo, é o que se chama carnaval.

Hoje recebi a incumbência, de uma música, e claro, minha cabeça deu trezentas voltas ao mundo, até parar na música clássica do carnaval carioca, o samba. Mas não podia ser um samba genérico, como bem disse Vinicius, fazer samba não é contar piada e pra fazer um samba com beleza, é preciso um bocado de tristeza

Tinha que ser um bom samba, por motivos obvios, depois das trezentas voltas ao mundo, e da parada no Brasil, ainda dei muitas voltas. Até que escolhi um, que independente de ser alegre ou triste, é, no final das contas, mais um samba.

Disritmia, com Casuarina.

“A solidão é fera”.

Originalmente esse post deveria ir sem título porque o título que eu coloquei é até preocupante… =)
Mas Oblivion de Piazzolla, é tão dolorosa quanto Adagio for Strings de Samuel Barber, então nada melhor que o verso proposto pelo pernambucano Alceu Valença para título do post, aos incautos, está tudo bem, é só a mistura de música mais garganta inflamada. A última música do concerto da Orquestra de Câmara de Colonia foi Oblivion, que eu não conhecia, e como sempre, fui atras até encontrar. Nada mais.

Oblivion com a Orquestra de Câmara de Heilbronn.

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